Húsares al galope
La fuerza del color y el dinamismo protagonizan una de sus últimas obras.
En 1913 (un año antes de su prematura muerte en la primera guerra mundial) Auguste Macke realiza esta obra, en la que retrata al cuerpo de caballería alemán conocido como los Húsares, cargando a toda prisa contra el enemigo.
Por aquel entonces Macke (aunque enmarcado en la corriente expresionista) mantenía contacto con muchos de los principales exponentes de las vanguardias europeas, podemos encontrar en toda su obra rasgos del cubismo, el fauvismo, el futurismo… En este cuadro, además del característico uso del color que el artista había heredado del fauvismo, destaca el dinamismo y la sensación de velocidad, que fueron temas predilectos del futurismo. Podemos apreciarlo en las sugerentes diagonales de las espadas y lanzas, y en las patas de los caballos al galope, que se representan en múltiples posiciones simultáneamente para enfatizar la ilusión de movimiento.
También se aprecia en la relación figura-fondo, la ruptura con la tradición de la pintura clásica. Los jinetes parecen desmaterializarse mágicamente, fundiéndose con el fondo y pasando de figuras definidas a simples garabatos, hasta llegar a ser poco más que un mar de puntos centelleantes que avanzan hacia la batalla y posiblemente hacia la muerte.
Macke pinta este lienzo tras su primera estancia en el ejército, al que se alistó voluntariamente. Precisamente la guerra (aunque para nada fuese un tema propio de su obra) era vista desde la vehemente óptica futurista como algo positivo y a ensalzar. Algunas de las consignas futuristas promulgaban: no hay belleza si no en la lucha
o la guerra es la única higiene del mundo.
Algo que resulta chocante y tristemente irónico si pensamos en la cantidad de artistas vanguardistas, sobre todo expresionistas y futuristas, que perdieron la vida en esa atroz carnicería que fue la primera guerra mundial. Sin ir más lejos el propio Macke, su amigo Franz Marc o Antonio Sant’Elia.