
Interior de Nueva York
Allanamiento visual.
Edward Hopper nos presenta a la protagonista de este cuadro de espaldas, a medio vestir. No le vemos la cara, solo esa espalda desnuda y una nuca que aparece entre los cabellos sobre sus hombros. Parece que la mujer está cosiendo una tela blanca, quizás arreglando el vestido que va a ponerse esa noche. Quizás no.
Como siempre, Hopper no explica nada. Solo nos presenta a esta señora, y además lo hace entre dos franjas oscuras a los lados, como si estuviéramos observándola a escondidas a través de una ventana, violando su intimidad como voyeurs clandestinos que allanan visualmente el apartamento. Todo muy íntimo, pese a lo impersonal de la escena.
Algo de todo esto recuerda a las típicas bailarinas de ballet de Edgar Degas. El impresionista siempre prefirió pintarlas en su intimidad cotidiana más que bailando, a veces cosiendo como aquí. Desde luego puede ser mucho más interesante. Hoper admiraba mucho a Degas y quizás hace con este cuadro un homenaje al francés, pasado evidentemente por su filtro neoyorquino.
De hecho, el título de la obra lo deja bien claro: es un interior y estamos en Nueva York, la ciudad que en tantas de sus obras encarna la impersonalidad urbana y la soledad moderna.
Edward Hopper