Judith y Holofernes
Una escultura que nos quita el aliento.
El innovador Donatello en torno al año 1454 vuelve a hipnotizarnos con la pareja de Judith y Holofernes.
Imaginémonos en el jardín de los Medici, donde escultura, fuentes y naturaleza nos rodean miremos a donde miremos. Tras haber recorrido el patio del palacio pasando por el David, de pronto, se nos presenta entre los árboles esta obra llena de contrastes. La oscuridad del bronce y la luz natural acentúan esta visión.
Donatello nos presenta desde la violencia contenida del clásico pathos en Holofernes hasta la calma de Judith sobre él. El militar asirio débil y caído con un rostro que recuerda a las esculturas helenísticas frente a una heroica Judith decidida a emplear el alfanje que sostiene. Y, en suma, el pueblo judío vencedor de los asirios.
Bajo ellos, unos alegres ángeles psicopompos labrados en el pedestal, tan alejados del dramatismo que ocurre sobre ellos, se encargarán de guiar el alma de Holofernes.
La victoria de Judith y el relato bíblico son aspectos fundamentales, pero no es lo único que cabe recalcar de este bulto redondo. La heroicidad o la humildad son virtudes que se transmiten directamente al espectador contrarias a los pecados que encarna Holofernes. No es casualidad que la familia Medici encargue una obra como esta a Donatello. Cualquier visitante ilustre que pasee por el jardín percibirá sutilmente que la obra sitúa a la familia como virtuosa. Enlaza directamente con la obligación de la época de mantener la reputación del linaje.
Una escultura perfectamente detallada que, en definitiva, desde cualquier punto del jardín donde la veamos nos quita siempre el aliento.