Juicio Final
Retratos del Apocalipsis.
Hay que saber que a comienzos del siglo XV, paralelo a Italia, surge en Flandes otro Renacimiento más «nórdico». Derivado del gótico flamenco, aparecen dos grandes innovaciones: la pintura al óleo, que permitía trabajar con tranquilidad, corregir, y por tanto, cuidar al máximo los detalles; y la recuperación de la perspectiva, perdida durante la Edad Media.
Detalle y perspectiva fue lo que utilizaron como herramienta los pintores flamencos de la época que están en esta web, y destaca uno en especial: Hans Memling, que pintó obras tan impresionantes como este Tríptico del Juicio Final, que aconsejamos ampliar (sí… dadle ya al botón de ampliar… si tenéis tiempo… horas llevo yo mirando).
El retablo muestra un tema representado hasta la extenuación en la Edad Media, pero nunca con este lujo de detalles.
Ya sabéis la historia (o deberíais saberla) escrita bajo los delirios lisérgicos de San Juan: De pronto, es el fin del mundo, anunciado por una charanga de ángeles tocando trompetas, y después de acontecer varias catástrofes y sucesos, los muertos saldrán de sus tumbas para ser juzgados por Jesucristo, se pesarán las almas por el arcángel Miguel, y los que hayan hecho el bien se irán al cielo (a la izquierda), y los otros (y no queremos dar nombres), de patitas al infierno (a la derecha).
En el centro tenemos a Jesús (que nos mira, rompiendo la cuarta pared) y su séquito, rodeados de toda suerte de símbolos. Abajo, vemos al arcángel pesando almas en su balanza. A los de la izquierda se los ve tranquilos, con su billete al cielo asegurado. Los de la derecha… bueno, sólo hay que fijarse en sus caretos…
Memling, como dijimos usa perspectiva y detalle. O más bien abusa. Los rostros que aparecen son de gente conocida por el autor, que era un reputado retratista. Además, ¡Es imposible inventarse eso! De hecho, Angelo Tani, el que puso la pasta para crear esta obra, pidió a Memling retratar a varios conocidos y en concreto exigió que la figura condenada en la balanza tuviese el rostro de su rival Tommaso Portinari. Después de todo, le había arrebatado el puesto de director del banco Medici en Brujas… Probablemente sea el único banquero en el infierno.
En el centro, un apocalipsis zombie: los muertos se levantan de sus tumbas, despertados por las trompetas del Apocalipsis. Cada uno con una actitud y un rostro diferenciado. Uno de ellos, por cierto, es disputado por un ángel y un demonio que tiran cada uno por un brazo.
A la izquierda, San Pedro recibe a las buenas almas en el paraíso (los colegas de Tani, cómo no). Como veis, las puertas del cielo son una iglesia gótica. Unos ángeles visten a las almas a la moda gótica. ¡No van a entrar en pelotas al cielo!
Y a la derecha, el horror, la tortura, el caos, el fuego… Nadie quiere pasar ahí, pero los demonios, bestias negras y horrorosas que los obligan, los arrastran y los golpean.
Dos consejos: portaos bien, no acabéis en el panel de la derecha sufriendo y escuchando quién sabe qué tipo de música (si en la tierra es atroz, ¡imaginad en el averno!) y sobre todo, ampliad la imagen y alucinad con esta obra maestra.