
Júpiter seduce a Olimpia de Epiro
Cochinadas manieristas.
Ya vimos en otras pinturas de Giulio Romano en el Palacio de Té como al artista no le importaba mostrar los atributos masculinos sin pudor alguno, ya sea meando, o como en este caso, en plena erección.
Aquí representa el momento en que Júpiter va a «hacerlo» con Olimpia de Epiro, madre de Alejandro Magno. ¿Era Alejandro hijo de Zeus? Bueno, este mito parece sugerir algo así.
Como bien sabemos, Júpiter siempre va disfrazado a la hora del sexo, en este caso de serpiente, animal que parece ser que le gustaba mucho a Olimpia. Tras entrar en el lecho, recupera su forma humana y se escurre entre las piernas de la señora con su johnson preparado.
Vemos como Romano ubica en la escena al marido de Olimpia, Filipo II, que parece espiar el acto tras una puerta, pero la mascota de Júpiter, su fiel águila, le clava un rayo en el ojo por voyeur y por cornuto contento.
Un fresco, como podemos observar, bastante obsceno. Era el siglo XVI, el clasicismo renacentista entraba en cierta decadencia y ya se podía olfatear el manierismo, con gusto por lo oriental, las orgías y lo impulsivo, tanto éstética como éticamante. Así se lo encargó el mecenas Federico II Gonzaga al artista: acomodar un rinconcito para poder ir y de vez en cuando ir a cenar, o a cenar por diversión.
Los ricos nunca cambian. Lo que Federico quería era un montón de frescos llenos de cochinadas. Afortunadamente, la mitología griega y romana está llena de escenas así.