Segunda tarea de Psique
Incontinencia suma.
¿Qué mejor metáfora para un río que un viejo meando? O eso le debió parecer al gran artista Giulio Romano y a su potentado cliente Federico II Gonzaga que le encargó esta y otras imágenes para su Palacio Te. Cuando Giulio llegó a Mantua en octubre de 1524, Federico lo contrató para renovar sus caballerizas existentes para acomodar un rinconcito para poder ir y de vez en cuando ir a cenar, o a cenar por diversión.
Los ricos nunca cambian.
La decoración, por supuesto debería ambientarse con escenas clásicas —no faltas de cochinadas, como todo buen conocedor de la mitología griega y romana sabe— y en una de las salas, la sala de Psique, Giulio Romano creó este conjunto pictórico en el que Federico y sus amigos (Carlos V estuvo ahí) podían tomarse unos refrigerios.
Esta escena en concreto (en uno de los lunetos) cuenta la historia de Eros y Psique según la Metamorfosis de Apuleyo, y en ella narra la segunda de las tareas encomendadas por Venus a Psique. La diosa estaba algo enfadada porque Psique había conseguido realizar la primera —e imposible— tarea: separar una montaña de granos por especie antes de la noche. Al parecer, las hormigas le echaron una mano.
Así que Venus le impone ahora algo más difícil: conseguir lana de oro de unos carneros super-violentos que pastaban en un valle dividido por un impenetrable río (el que vemos en la imagen). Psique, al ver que eso sí era del todo imposible, pensó incluso en ahogarse en la corriente del río, pero de pronto el viento le dijo que sólo debía esperar descansando a que los carneros fueran a beber y tomar la lana dorada de las espinas de los arbustos (de ahí quizás ese VIRT QVIETI: el poder del descanso)
Psique 2 — Venus 0.
Ahí vemos a las ovejas al fondo y al viento contándole el truco de esperar a Psique. Pero Giulio Romano prefiere mostrar en primer plano al río echando una buena meada entre las rocas. El agua se mezcla con las barbas del anciano creando el caudal y su cara enloquecida lo dice todo: ese señor tenía bastantes ganas de mear.
Por cierto, la arquitectura también es obra de Giulio Romano, todo un hombre del Renacimento.