La adoración de la serpiente de bronce
Moisés deja clara su postura.
Según Números 21:4–9, El pueblo de Israel, harto de tanto vagar por el desierto, sin llegar nunca a esa Tierra Prometida, y golpeado por el cansancio y la falta de comida, empezó a protestar y hasta muchos judíos preferían ser esclavos de los egipcios. Dios se cansó de tanta protesta y envió serpientes que provocaron la muerte de un gran número de hebreos.
Moisés, que ya había realizado varios milagros para calmar los ánimos, le pidió a Dios que se apiadara de su pueblo y este le ordena colocar una serpiente en una cruz. Así si alguien era mordido por una de las víboras, conseguiría la salvación simplemente mirando el reptil.
Una analogía del cristianismo (prefiguración de Jesucristo expuesto en la cruz a quién había que mirar como salvador) que Bronzino representa para los Medici —y en especial para su esposa Leonor de Toledo— con numerosos cuerpos retorcidos y con caras de horror y confusión. Algunos son mordidos, muchos yacen muertos, otros miran la serpiente esperanzados. Algunos se salvan, otros no.
Un fresco que plasma una humanidad en continua incertidumbre que Bronzino recrea con su característico clasicismo a la maniera del divino Miguel Ángel. Un Manierismo que enfatizaba el artificio como posturas rebuscadas, líneas serpentinatas y una cierta carga erótica proporcionada a las figuras, por más cristianas que fueran. En definitiva, un puente hacia el Barroco.
Por cierto, la serpiente es de bronce, que recuerda al nombre de Bronzino.