Leonor de Toledo y su hijo Giovanni
Un vestido como protagonista.
Bronzino fue uno de los artistas de confianza de la poderosa familia Médici, e inmortalizó en numerosos retratos a diversos miembros de esta.
La generación Médici que nos incumbe es la de Cosme I y Leonor de Toledo, una aristócrata española, hija del virrey de Nápoles (Pedro de Toledo, que fue uno de los aliados más allegados del rey Carlos V), y posteriormente, tras su casamiento, duquesa consorte de Florencia.
Dicho matrimonio planeado y de interés (como lo eran todos por aquella época) resultó verdaderamente provechoso, y los felices esposos tuvieron una amplia descendencia, ¡un total de once hijos!, aunque pocos llegaron a la edad adulta…y las muertes de algunos de ellos fueron de lo más pintorescas.
A Bronzino le encargan en esta ocasión un retrato maternal, el de Leonor con el menor de sus hijos por aquel momento: Juan (Giovanni en italiano) de Médici, el segundo varón del matrimonio. El pequeño no debía tener más de uno o dos años de edad cuando fue retratado.
Lo más especial de la obra es sin duda el vestido de ella, los ojos de los espectadores se van directamente al traje, recorriéndolo con mucha atención, minuciosamente detallado, no sólo hay perfección en los dibujos, sino que además logra dar una textura textil, del terciopelo; las joyas están perfectamente compuestas…es en definitiva un milagro pictórico. Era impensable que se realizaran esta clase de vestidos hasta la llegada de la duquesa, que introdujo en la corte de Florencia la moda española, convirtiéndose en todo un icono de la moda, tanto por sus ropas como por sus peinados.
Respecto al fondo, Bronzino no escatimó en gastos y utilizó el pigmento más caro del que se disponía, el azul de lapislázuli, una manera de reflejar la bondad y equiparar a la duquesa con la mismísima Virgen María, a la que era habitual representar con un manto de esta tonalidad (siempre que se lo pudieran permitir), como símbolo de su pureza.
Sin embargo, hay un detalle que llama la atención en la composición, y es que Bronzino encuadra a Leonor hasta las rodillas. Esto es muy significativo, pues recuerda a retratos de figuras poderosas, como el de Rafael al Papa León X, o más adelante Velázquez e Inocencio X.
El motivo es simple, pese a tratarse de una mujer, Leonor recibió una educación excelente, severa, y no era la duquesa consorte sin más, sabemos que durante las ausencias de su marido, cuando debía atender asuntos de gran envergadura, ella tomaba las riendas y dirigía el Estado.
En definitiva, el retrato deja ver que Leonor (la clara protagonista, aquí su hijo pasa más bien desapercibido) es muchas cosas: mujer, madre, una buena esposa (también independiente cuando hiciera falta) y gobernante, con grandes aptitudes. Una mujer que tuvo mucho poder y supo mantenerlo.