La caída de los condenados
Esto es un infierno.
Un ejemplo de torture-porn flamenco donde los demonios martirizan sin piedad a estos pobres holandeses en una escena verticalmente horripilante.
Arriba de todo, seres alados dejan caer los cuerpos de los condenados que se despeñan en un infierno muy pero que muy cálido (a los tonos ocres y grises me remito) donde el magma se convierte en puntiagudas rocas que parecen arder todavía, o caen en ese río de aguas negras y pestilentes donde se ahogan eternamente.
Abajo, un totum revolutum de figuras amontonadas que son mordidas, empaladas, pinchadas, agarradas y atormentadas con las más espantosas criaturas del averno. Un puto infierno, sin duda. Aquí Holanda no parece un estado del bienestar precisamente.
Detallista hasta la extenuación, Dirk Bouts se recrea en el sufrimiento de estos pobres diablos, y destaca la expresividad en la anatomía de estos cuerpos angustiados y la minuciosidad de las texturas en esas escamas de los monstruos híbridos entre anfibios, reptiles y humanoides. Mención especial para esos ojos brillantes de las criaturas, encendidos y muy vivos entre una oscuridad cálida. Unos ojos que acojonan hasta el punto de hacernos pensar si realmente merece pecar en esta vida si eso es lo que nos espera en la próxima.