El triunfo de la muerte
Es la hora del Juicio Final.
«Y he aquí que apareció un caballo rojizo, cuyo jinete se llamaba Muerte…le fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra para matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra…»
Apocalipsis VI 8–15.
Y he aquí que en el centro de la abigarrada y aparentemente caótica composición, tenemos al caballo rojizo, a sus lomos el más terrible jinete, la Muerte con guadaña, que lidera un ejército infinito de esqueletos. En un horizonte apocalíptico las tinieblas se ciernen sobre la tierra, las naves arden en el mar y el avance implacable del ejército de la muerte, tiñe el paisaje de escalofriantes escenas; hombres ahorcados, empalados y torturados por esqueletos. Algunos en su desesperación, se suicidan ante la certeza de un destino inequívoco. Un avance macabro de legiones de esqueletos conducen a la humanidad hacia un gigantesco ataúd.
Dos esqueletos tañen las campanas…es la hora del Juicio Final pero en esta particular visión de Brueghel nadie vendrá a separar a los justos de los pecadores, todos tienen el mismo destino, LA MUERTE. Y de eso se trata, de igualarnos a todos en el último gran acontecimiento de nuestra vida.
Brueghel se basa en una tradición de la literatura medieval, La Danza Macabra, en la que los esqueletos reunen a los distintos estamentos sociales, nobleza, clero y campesinos, juntos danzan alrededor de una tumba, recordando lo efímero de los bienes terrenales y su condición igualitaria como mortales. Por eso en primer plano encontramos al Emperador muerto, tras él un esqueleto muestra un reloj de arena, tempus fugit, mientras otro se apropia de sus riquezas. A la derecha, los juegos y las comidas quedan interrumpidos en esta batalla campal de la que todos intentan huír, aristócratas, campesinos, bufones, monjes…Únicamente dos tortolitos viven ajenos al gran acontecimiento, él toca el laúd, ella canta con una partitura, detrás un esqueleto toca un violín, formando un trío mortal que los transportará al más allá, ellos ciegos de amor, son ajenos a la crueldad que les rodea.
Esta compleja escena de personajes le permite a Brueghel dar rienda suelta a la imaginación, como ya había hecho su predecesor y admirado el Bosco. Recorred la escena con detenimiento y descubriréis extraños personajes, todo tipo de objetos y escenas grotescas que os harán disfrutar de este gran cuadro, antes de que el Hades reclame vuestra hermosa calavera.