La encajera
Le quedó bordado.
La encajera de Vermeer mide 24 por 21 centímetros, lo que la convierte en la obra más pequeña de las que este artista pintó. Curiosamente, pese a su tamaño, si consideramos que muchos pintores prefieren los grandes formatos para hacer sus obras maestras, en este caso Vermeer, consigue realizar una verdadera joya de la pintura en este pequeñísimo formato.
La escena es característica de Vermeer, un personaje retratado en la intimidad de sus tareas cotidianas. Una muchacha concentrada en su tejido, completamente absorta en un momento íntimo, aislada del mundo y con la atención centrada su encaje de bolillos. Con un plano cerrado, Vermeer reduce la ambientación al mínimo: un cojín con hilos en primer plano, la encajera en un plano intermedio y finalmente el fondo monocolor. El marco de la escena ha quedado restringido a la modelo. Es ella quien recibe la iluminación lateral que proviene seguramente de una ventana.
Es increíble, como a pesar del tamaño de la obra, el pintor presta atención a los pequeños detalles: el cojín, los hilos, los bolillos, la tapicería que cubre la mesa, en esta pintura, se puede apreciar con especial interés las pequeñas aplicaciones «puntillistas» de color puro que utilizaba Vermeer como técnica para reflejar la luz en los objetos. El uso del la luz y la sombra, envuelven en un resplandor claro y apacible la escena, aportando a la misma ese halo tan particular en la pintura de Vermeer, ese silencio.
Vermeer usaba una paleta muy reducida con tan solo 7 colores, en La encajera, utiliza el azul del lapislázuli tan característico de su obra, al amarillo brillante de la blusa y los rojos de los hilos. Todos estos colores están utilizados en sus gamas puras, sin matices, este planteamiento de colores, en contraste con el fondo gris y la postura de la figura en primer plano consiguen un nivel sin precedentes de maestría artística que alabaron pintores posteriores como Van Gogh o Renoir, que llegó a decir que esta obra que era el cuadro más bello del mundo.