Mujer leyendo una carta
Lo de este tío es sobrenatural. ¡Como pintaba el cabronazo!
Como en La joven de la perla, Vermeer pinta la figura solitaria de una mujer, aquí absorta en sus pensamientos mientras lee una carta.
Esta señorita es el centro de la composición. Una composición de lo más sencillo que consigue unos resultados de lo más sorprendentes. No existe, por ejemplo, la típica ventana a la izquierda tan habitual en las obras de Vermeer, aunque desde luego si que aparece la luz.
La lectora de cartas está en una habitación iluminada (casi la única temática del pintor holandés), rodeada de muebles y con un mapa detrás.
El pintor usa en esa época una paleta impresionantemente sofisticada y muy delicada para la época. Destacan por supuesto los carísimos pigmentos azules en mobiliario y vestuario.
Por supuesto Vermeer nos cuenta una historia, pero no nos la explica. Hay quien dice que la mujer está embarazada y otros que era su propia mujer Catharina Bolnes.
Ese misterio que rodea a sus pinturas es su gran baza como artista (además de su extraordinaria técnica). Con la simplicidad unida a un concepto narrativo casi abstracto podemos identificarnos todos, aún separados por kilómetros o siglos.
Por supuesto, los impresionistas salivaban con esta obra. ¿Qué más podían pedir que esa luz chispeante, la atmósfera densa, y un tema ligero…?