La espera
Retrato de un amigo.
De estudio no tiene nada. Esta pintura de un perro de Gérôme parece bastante acabada. Aunque es bastante pequeña y el pintor tenía «sólo» 28 años cuando la hizo, por lo que quizás la palabra estudio no sea del todo inadecuada. Cierto es que un artista no deja jamás de estudiar (o no debería). Aún aprendo, decía Goya a los 80 años.
Gérôme pintó muchísimos perros a lo largo de su carrera. Recordamos con cariño la jauría que aparece en su Diógenes; por cierto, uno de nuestros textos más plagiados por amigos de lo ajeno que lo copian, lo pegan y lo firman sin ningún pudor. Supongo que eso quiere decir que no está mal escrito. Algún consuelo hay en todo este despropósito.
Pero dejemos mi frágil ego (y mi todavía más frágil propiedad intelectual) y sigamos con este magnífico cuadro… Estamos ante el retrato del perro de Gérôme (no digo que Gérôme fuera un perro, aunque tampoco lo desmiento, sólo digo que este perro era propiedad del artista). El propio pintor le dedica abajo: À mon ami Cain. Según el título del cuadro, el retratado es de raza Terranova, aunque muchos expertos creen que es en realidad un mastín del Pirineo.
Otro título que Gérôme pone al cuadro es más poético: La espera («L’Attente»). No es fácil saber a qué se refiere el artista. Quizás a que el perro es seguramente mejor modelo que un gato, criatura maléfica que es casi imposible de pintar. Un perro espera por su amo lo que haga falta.