Pelea de gallos
Dos jóvenes griegos observan cómo se pelean dos gallos.
Gérôme acababa de perder un concurso en el que había puesto todas sus esperanzas: el Premio de Roma, que consistía en una prestigiosa beca escolar que el Gobierno francés concedía (aún concede) a estudiantes de arte.
Tras este fracaso, el inseguro artista teme que todo salga mal de nuevo y duda en exponer esta Pelea de Gallos (también llamado Jóvenes Griegos haciendo luchar a gallos) pero su maestro Delaroche prácticamente lo obliga a exponer, al menos en el Salón de 1847, y ahí Gérôme tiene un éxito grandísimo. Con veinticuatro años, el artista entra en el mundo del arte con fuerza, iniciando una carrera llena de honores y de galardones (no el dichoso Premio de Roma).
Era el inicio de la moda de lo “neogriego”, que presentaba una pintura muy acabada, de colores armoniosos y pintura lamida hasta la extenuación. Nada más y nada menos que el estilo de Gérôme, que sería criticado por algunos por ser un poco continuista. Por ejemplo Baudelaire que se burló públicamente de la pintura por débil y artificial, nombrando a Gérôme el jefe de la “escuela de los puntiagudos”. Otros en cambio, como Gautier, alabarían esta Pelea de gallos como “un verdadero prodigio de dibujo, de la animación y de los colores”.
Lo que hace aquí el artista, y lo hace muy bien dejando al margen si es arte revolucionario o no, es pintar a dos adolescentes desnudos con un evidente estilo clásico, un retrato de la juventud que contrasta con la anciana esfinge del fondo. La nueva y la vieja Grecia se enfrentan, igual que estos dos gallos, tan bien representados en cuanto a su plumaje y la violencia de sus movimientos.