Mercado de esclavos
El pintor vuelve una y otra vez a su amada Roma.
Jean-Léon Gérôme pintó numerosos cuadros de la vida romana y muchos de ellos mostraban un mercado de esclavos. Así podía presumir de controlar anatomía humana (en particular la femenina), ya que los esclavos solían ir desnudos o semidesnudos cuando eran vendidos, y por supuesto de conocimientos de historia, una disciplina que fascinaba al artista.
A diferencia del resto de sus obras sobre la trata de esclavos, aquí Gérôme pinta a la esclava de espaldas ante sus potenciales compradores y no al revés. Quizás utilizando ese punto de vista, el espectador pueda sentir una mayor empatía por la pobre mujer.
La esclava se tapa el rostro con su brazo mientras el público jalea, puja y observa su humillante desnudez.
Gérôme le da un evidente protagonismo a ella, pero debemos destacar la figura del tratante de esclavos con esa toga roja, o la siguiente esclava sentada esperando su turno con el rostro sombrío, y por supuesto a esa galería de clientes romanos mostrando en sus rostros las más diversas expresiones.
Es curioso que cuando Gérôme pintó este cuadro, los impresionistas ya llevaban tiempo haciendo de las suyas. Gérôme pintaba más como un neoclásico, y al público en general le gustaba más sus obras que los experimentos de modernos como Manet y cía.
Aunque la historia pondría las cosas en su lugar y el impresionismo es hoy considerado de vital importancia para el desarrollo del arte mientras que poco se conoce a Gérôme. Desde aquí lo reivindicamos como un enorme pintor con legítimos gustos por la vieja escuela. No todo va a ser moderno.