La gran odalisca
Apoteosis del desnudo.
En el siglo XIX, cuando Occidente se abrió a otros países con la moda del Orientalismo, los artistas (bajo el amparo de la propaganda de las potencias imperialistas) se volvieron locos y absorbieron la cultura de sus vecinos del Este y el Sur. Las damas de la Alta Sociedad se empezaron a hacer retratar con turbantes, sobre sedas exóticas, bajo los humos embriagadores del hachís. Se hacían retratar como odaliscas.
Una odalisca, (del turco odalik) era una mujer de un harem. En el Imperio otomano existían estas «funcionarias» (esclavas en realidad) que se dedicaban a ser asistentas de las concubinas y esposas del sultán de turno.
En este caso, La gran odalisca fue encargada a Ingres por Carolina, la hermana de Napoleón, y es la quintaescencia de este subgénero tan utilizado en la historia del arte.
Ingres retrata a una mujer desnuda (solo tiene un turbante en la nuca), recostada en una cama azul. Gira su cabeza para mirarnos. Nótese que las sábanas están arrugadas, demostrando que el artista tanto sabía dibujar telas como la piel humana.
Aún así, la crítica no fue benévola con Ingres, acusándolo de mostrar una anatomía irreal. De hecho el cuerpo de esta señora sí parece demasiado largo. Los amantes de los huesos que frecuentéis esta web os habréis dado cuenta de que la odalisca tiene tres vértebras de más.
Ingres no pretendía ser realista. Quería mostrar una belleza ideal, de esas que no existen… afortunadamente. Esta mujer a tamaño real sería un verdadero monstruo en la vida real, algo que nos hace cuestionar el concepto de «belleza».