La llave de los campos
No todo es lo que parece.
«Mí pintura consiste en imágenes visibles que no ocultan nada; evocan el misterio… El misterio tampoco quiere decir nada, es incognoscible».
René Magritte. Bélgica 1936.
Esta obra me recuerda al personaje de Dustin Hoffman, Bernard, en la película I Heart Huckabees (Extrañas Coincidencias); cuando le preguntan cuál es su guía espiritual él contesta con un escueto: Yo uso a Magritte, el surrealista Belga.
Reflexionando sobre su obra, más allá del surrealismo, Magritte nos mete también en una dinámica filosófica que podría resumirse en un «no todo es lo que parece». Y en este cuadro en particular nos surge otra duda: ¿hacia dónde y hacia qué mira Magritte, que nos quiere mostrar a través de la ventana?
En primer lugar, está claro que nos quiere llevar de la mano hacia una ilusión óptica donde la ventana, con los cristales rotos en mil pedazos, conservan la misma imagen del exterior. Suponemos para defender la idea de romper con los muros que nos impiden ver el exterior en su plenitud, con sus luces y sus sombras, y a su vez, impiden igualmente que la luz entre en la estancia. Puede que la estancia sea nuestro interior.
Las cortinas abiertas, el campo verde, el cielo azul; contrastan con la oscuridad del interior, donde se sitúa el espectador.
Quizá el misterio detrás de la oscuridad es crear una sensación de solemnidad ante las diversas capas que todos podemos tener y ocultamos al exterior. Nuestras sombras se ocultan tras una cortina oscura, pero al desplegarlas la luz, el cielo azul y el campo verde se abren paso e iluminan el interior.
El cristal representa el muro que los separa a ambos. Es necesario romperlo para dar paso a la esencia.
Por eso, tal y como cuenta Bernard, en Extrañas Coincidencias, usar a Magritte como guía espiritual sería altamente recomendable, al menos una vez por semana.