La matanza de Quíos
Baño turco de sangre.
En abril de 1822 el Imperio Otomano perpetró una de las mayores atrocidades de la historia: La masacre de Quíos. En esta paradisíaca isla griega entraron los turcos para acabar con la insurgencia independentista y con la orden de matar a todos los hombres de más de doce años, a todas las mujeres de más de cuarenta y a todos los niños de menos de dos. El resto, podían servir de esclavos. Ni que decir hay que los militares y paramilitares turcos no se conformaron con ejecuciones… todo tipo de inimaginables torturas, violaciones y saqueos se sucedieron en la isla durante meses.
En total, en Quíos quedaron unos 25 000 muertos y otras 45 000 griegas vendidas como esclavas.
Delacroix decidió denunciar este hecho al más puro estilo Goya (del que debió tomar buena nota), representando a las víctimas griegas desnudas, muertas de miedo, dolor o frustración y a los oficiales turcos mostrando crueldad y sadismo. Al fondo, la masacre se extiende por todo el paisaje volviéndose infinita. Aquí no hay esperanza alguna ni para los griegos ni para la humanidad. No hay duda de hacia dónde se dirige la simpatía del joven artista de 25 años, que empezaría a ganar fama con esta obra.
No sería la última vez que Turquía cometería estos actos de genocidio: por ejemplo entre 1915 y 1923 exterminaron a dos millones de armenios.