La miel es más dulce que la sangre
AKA La sangre es más dulce que la miel.
La miel es más dulce que la sangre
es una frase atribuida a Lídia Nogués, también conocida como Lidia de Cadaqués, una mujer mitad pescadora, mitad de bruja que ejercía también de pescadera en el pueblo de Dalí y rivalizaba con este en ser la persona más carismática del pueblo.
Aunque en 1904, que es cuando nació Dalí, Lídia ya había atraído a la costa catalana a todo un Eugenio d’Ors, que inspirado por esta magnética mujer había creado La Ben Plantada. Es decir, que Lidia de Cadaqués estaba mucho antes que Dalí, y de hecho también inspiró al joven artista a crear el método paranoico-crítico, ya que esta catalanísima señora decía frases de lo más poéticas y delirantes para deleite del joven artista que todavía buscaba su estilo.
La de la miel es sólo un pequeño ejemplo, y se refiere a que la Lídia a veces prefería estar con un hombre joven y apuesto como d’Ors que aburrida con su marido e hijos, pero al oírla, con todas sus sugerentes y caleidoscópicas interpretaciones, a Dalí le explotó la cabeza (sobre todo su lado subconsciente).
Así tituló a un paisaje de Cadaqués en 1926, en una época en la que todavía andaba buscando cómo plasmar sus obsesiones subconscientes, pero al parecer volvió a titular así a la obra que tenéis en la imagen, totalmente diferente. También la época era totalmente diferente. Dalí vivía en los USA, gozando del más surrealista de los sistemas: el capitalismo, y pintando obras como esta inspiradas en lo que parece una Gala (que entonces tendría unos 47 años), desnuda, a punto de derretirse, sin rostro y descansando sobre unas esponjosas nubes. Descansando con la ayuda de las típicas muletas de madera de Dalí.
Entre las nubes vemos —entre todo tipo de subliminales formas— a dos olivos de su tierra natal. Uno plantado sobre una nube, otro sobre el culo de un centauro.