La Noche con su tren de estrellas
Cuanto más oscura es la noche, más brillantes son las estrellas.
Ya lo dijo Saint Exupéry: Me gusta por la noche escuchar a las estrellas, que suenan como quinientos millones de cascabeles.
Después de todo, las estrellas no pueden brillar sin la oscuridad.
Todas las noches son especiales, pero hay algunas casi mágicas, como puede ser la que divide dos años. Esa noche en la que el planeta ha dado una vuelta al sol y empieza otra está cargada de ilusiones, de sueños, de intenciones… Nos esperan otros doce meses de emocionantes incertidumbres y esa noche es el pistoletazo de salida para una nueva vida.
Una vida que al día siguiente probablemente sea la misma, pero por algún motivo esa noche mágica se crean nuevos sueños (algunos de los cuales quizás se cumplan), porque esa noche somos como recién nacidos con el resto de nuestra vida por delante, porque se va a abrir un nuevo libro con sus páginas en blanco, un libro que vamos a escribir nosotros mismos (ojalá sea una entretenida novela de aventuras con un final feliz), porque nos queremos creer la ilusión de que desaparecerá lo peor del pasado (y vaya pasado estos dos últimos años…), o que al menos esa noche no le importará que coqueteemos un poco con el futuro.
Todas las noches son especiales, porque la noche tiene mil ojos, y el día uno sólo, pero esa última noche de un año y esa primera del otro es quizás la más especial de todas.
Aunque no nos engañemos: cada noche es la mejor del año. Tenedlo en cuenta este 2022.
Por cierto, si el prerrafaelita Edward Robert Hughes realizó esta obra de arte sobre la noche (de la que apenas hablo, porque habla por sí sola), también creó esta sobre la mañana siguiente: