
La cacerola esmaltada
Objetos presentes.
Pablo Picasso coloca sobre una mesa de madera tres objetos totalmente irrelevantes y cotidianos (una jarra blanca, un candelabro dorado con vela y una cacerola azul), y los convierte en una poderosísima imagen. Los objetos, como esa hipnótica jarra retorciéndose en forma de 8, dejan ver todas sus caras, como es habitual en el cubismo, pero Picasso ya había superado la fase cubista hacía tiempo. Ahora era ya un clásico en vida.
Según Françoise Gilot, el pintor insistió en usar objetos lo más ordinarios posibles: El objeto más cotidiano es un recipiente, un vehículo de mi pensamiento. Lo que la parábola fue para Cristo.
Un poco pedante, presuntuoso y megalómano era Picasso en esa época, pero debemos reconocer que funciona.
Lo cierto es que la solidez de estos tres objetos se acentúa con las formas y los colores que les da Picasso. Por obra y gracia de la pintura, dejan de estar olvidados por el uso habitual y ahora están muy presentes, recordándonos lo importantes que pueden ser las cosas más necesarias, tan accesibles que ni les prestamos ya atención.
Además, en esa época, Picasso estaba muy interesado en la cerámica y eso se nota en la multiplicación de naturalezas muertas.