La tentación de San Antonio
Dalí, el místico científico.
Las visiones de San Antonio Abad son otra vez interpretadas por un artista, pero en este caso el artista es Dalí, y por supuesto las alucinaciones místicas son aquí dignas de la imaginería típica del surrealista.
En un desierto daliniano, el santo desnudo se arrodilla y se protege con una cruz ante el desfile de tentaciones que vienen a él: un caballo, los típicos elefantes con patas de araña de Dalí, los obeliscos inspirados en Bernini, mujeres desnudas, castillos, una tormenta… todo representaciones de los placeres terrenales que San Antonio se está perdiendo en su vida de eremita.
En el cuadro aparece toda la iconografía del período clásico de Dalí: erotismo, espiritualidad, misticismo, ciencia, la gravedad, la atemporalidad… Fue una época en la que el pintor unió dos grandes temáticas en principio contradictorias: la religión y la ciencia. En esa época Dalí estaba obsesionado con avances científicos como la bomba atómica o la física cuántica y quería unir de alguna manera todo ese conocimiento con la tradición católica (dos años después el pintor se convirtió al catolicismo romano y hasta se autoproclamaría santo). Y paradójicamente, parece que todo este galimatías encaja de alguna manera.
Además en esta época el pintor quería pintar con absoluto realismo, quería encontrar una solución pictórica para la teoría cuántica, el realismo cuantificado.
De ahí que sus cuadros de la época parezcan como si los pintara un Velázquez en ácido.