La torre roja
Sueños a plena luz de día.
Antes del Surrealismo, un artista ya pintaba sueños, o ensoñaciones. Era Giorgio de Chirico, con sus enigmáticas obras que parecen ambientadas en fantasías de un sopor veraniego.
Son sueños a plena luz de día, pero la atmósfera onírica es innegable. Luces y sombras que no acaban de encajar de todo en un paisaje real de nuestro universo físico. Y lo mismo esas perspectivas… Quizás son visiones de otro planeta, de otro universo extrañamente parecido al nuestro.
Sus cuadros son postales de plazas italianas vacías, rodeadas de edificios antiguos, con monumentos pretéritos, quizás vestigios de que el ser humano ha estado ahí en algún momento de la historia… El pasado y el presente unidos bajo la luz del sol. El artista es capaz de pintar el silencio de la tarde, es como si pintara una siesta. La siesta de un gato durmiendo al calor vespertino del pavimento en las calles de Turín.
Y para aumentar lo inquietante, no ocurre nada en esos cuadros metafísicos, pero lo cierto es que parece que sí puede ocurrir algo en cualquier momento.
Giorgio de Chirico hablaba de que los objetos, aparte de lo que vemos, tienen también una apariencia espectral que solo ven algunos individuos en momentos de clarividencia y abstracción metafísica.