La melancolía de la partida
El precursor del surrealismo se hace (sólo por un momento) un pelín cubista.
De origen griego, a de Chirico le atraía el viaje como idea (asume el destino del artista moderno como viajero) y se sentía identificado con los argonautas, viajeros de la mitología clásica de su país.
Y en este cuadro vemos todos los preparativos para un auténtico viaje metafísico.
Como sabemos, la scuola metafisica (en su mayor parte pintura) se adelantó unos años al surrealismo combinando de forma muy desconcertante escenas de la vida moderna y visiones de la antigüedad. Todo como si fuera un sueño. Por ello los surrealistas besaban el suelo que pisaba este artista que pintó este cuadro hace exactamente 100 años, cuando contaba con 28, un poco antes del nacimiento oficial del movimiento surrealista.
En “La melancolía de la partida”, de Chirico abandona poco a poco sus paisajes urbanos mediterráneos, y se introduce en su fase de habitaciones atiborradas de objetos.
Aquí vemos casi un bodegón cubista en el que se amontonan mapas, extraños instrumentos, banderas y pedazos de lo que parecen ser sus famosos maniquíes, ahora desarmados, probablemente por la partida a la que hace alusión el título (sus títulos nos hablan continuamente de partidas y llegadas).
Todo metido en un cuarto gris, en el que por la ventana vemos uno de sus exteriores en silencio.