La última cena
Movimientos del alma.
En el refectorio del Convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, se encuentra una de las obras de arte más aclamada de todos los tiempos, ícono del arte universal.
El momento elegido por el artista es el más dramático del episodio evangélico: el momento en que Cristo pronuncia la frase: Uno de vosotros me traicionará.
Parten de estas palabras aquello que Leonardo llamaría: «i moti dell’animo» (los movimientos del alma) es decir, el motivo por el cual los personajes son capaces de adquirir vida y conseguir un alto nivel de emotividad y dramatismo en sus expresiones.
Las palabras de Jesús, resuenan en la sala y provocan toda una serie de reacciones por parte de los apóstoles que gracias al genio de Leonardo consiguen, plasmadas en el muro, transmitir todo el impacto del momento como una especie de acústica óptica y dinámica capaz de trascender la materia y emitir emoción.
Si prestamos atención a los gestos de los personajes, la escena se intensifica. Los apóstoles se miran unos a otros sin saber a quién se refiere Jesús. Sus gestos son de estupor y asombro. Está quién se alza ante la incredulidad de las palabras de Cristo, quien se acerca, quien se horroriza o quien se retrae como Judas, sintiéndose en evidencia.
Esta secuencia de gestos y expresiones confieren acción y vida a la escena, cuya vehemencia aumenta con la expresión de un Jesús que aparece dolido, lleno de piedad y resignación.
El alto grado de conmoción en la obra de Leonardo viene precisamente de la decisión por parte del artista de no generalizar la representación de los personajes en un solo estilo, sino de dotar a cada uno de ellos de rasgos físicos y psicológicos propios. Su interés es casi más humano que religioso: estudiar la diversidad de los estados anímicos, desde la sorpresa a la ira o la duda, que contrastan con la ya citada tranquilidad de Cristo.
En una sola escena, Leonardo condensa una variedad de actitudes, movimientos, expresiones y significados.
La representación de las figuras en grupos de tres no es el único elemento de una trama que enlaza una gran variedad de contenidos. Cada grupo de apóstoles es un «micro-relato». Se puede detectar también una referencia a la forma circular que Leonardo tanto amaba, según él propulsora de la vida, y creadora de armonía. Cristo presenta además, un esquema triangular que contrasta y sobresale de la horizontalidad de la mesa.
Las figuras imponen por su monumentalidad. Leonardo da Vinci consigue un efecto de profundidad increíble a través de la disposición en perspectiva de elementos como el pavimento, las paredes, el techo a casetones y los tapices, creando líneas de fuga que nos conducen hacia el fondo (perspectiva lineal). De esta manera, la obra se presenta como una continuidad ilusoria al espacio real del refectorio.
La realiza al fresco, técnica utilizada habitualmente para este tipo de trabajos, debido a la rapidez e imposibilidad de retoques. Pero Leonardo buscó nuevas opciones que le permitieran un trabajo más sosegado y con posibilidad de retoques. Optó por una técnica que consistía en utilizar una combinación de óleo y temple, lo cual le permitiría retocar la pintura infinitamente.
Pero esta técnica muy pronto demostró su poca adaptación a la superficie, además, la alta humedad del refectorio terminó escamando partes de la pintura, el pigmento no había quedado bien fijado al muro y se fue perdiendo poco a poco.
En 1943, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, los aliados bombardearon Milán y una bomba cayó directamente sobre Santa Maria delle Grazie. La iglesia quedó casi completamente destrozada, el claustro se derrumbó, y la mayoría de las paredes y una gran parte del techo del refectorio quedaron aplastados. Cuando los trabajadores retiraron los escombros, para su sorpresa, La Última Cena estaba casi intacta. Esta suerte de milagro, fue posible debido a que, ante la inminencia del bombardeo, muchos se ocuparon de reforzar y proteger con andamios y bolsas de arena esta parte de la iglesia.
Sea como fuere, gracias a ellos podemos aún ser testigos de una de las obras de belleza atemporal con más aura mistérica y maestría de la historia del arte.