La virgen de las rocas
El triunfo de lo críptico.
Hay dos Virgenes de las rocas oficiales de Leonardo da Vinci. Una en la National Gallery de Londres, la otra en el Louvre de París. Las dos son muy parecidas, pero hablemos de esta segunda.
En la escena están la Virgen María, un ángel y dos niños: Jesús y su primo Juan Bautista. Todos están en una especie de cueva (de ahí el título del cuadro) formando una composición piramidal y todos hacen enigmáticos gestos con sus manos. Leonardo, fiel a su estilo, hace un delicado empleo de su inconfundible sfumato y pinta los rostros a su manera. Parece que todas las caras de da Vinci se parecen.
No aparece esta escena en la Biblia, sino en textos apócrifos y Leonardo se permite imaginar un paisaje claramente inventado, aunque el artista dejó escrito que durante una excursión a la montaña entró en una gran caverna y en ella descubrió el fósil de una ballena y muchas conchas antiguas. El cómo llegaron estos animales marinos a una montaña tan lejos del mar desconcertó a da Vinci y todavía hoy se especula sobre el tema.
Hay quien ve estas conchas entre las rocas (y hay quien ve otro tipo de delirantes cosas), por lo que este cuadro se convirtió en uno de los preferidos para los amantes del misterio de todo el mundo. Leonardo llena la cueva de todo tipo de flora y formaciones geológicas que son tan interpretables como quien ve formas en las nubes. El enigmático halo de la obra derivó en todo tipo de teorías conspirativas como ovnis, viajes en el tiempo y demás hipótesis de lo más creativo.
Leonardo siempre jugó con esta ambigüedad. Quizás sabía que todo lo críptico suele ser interesante.