Las 7 obras de misericordia
Siete obras en una.
En un oscuro callejón dos hombres trasladan un cadáver envuelto en un sudario, uno alumbra la escena con una vela, es un sacerdote, el otro lo sostiene por los pies. Mientas, una mujer amamanta con su pecho a un viejo entre rejas y dirige la mirada a un grupo de hombres, de los cuales uno de ellos se encuentra en el suelo, desnudo y algo escuálido, dos dialogan, otro agarra un manto y un último hombre bebe. Y no olvidemos que en el cielo tenemos una virgen con el niño y dos ángeles en arremolinado movimiento. Supongo que a estas alturas la escena ya no entraña misterio, ¿o sí?. Si buscáis una explicación en este cuadro no la encontraréis porque son siete, los siete actos de misericordia de la iglesia católica.
Michelangelo Merisi da Caravaggio llega a Nápoles en 1606 y no precisamente guiado por sus obras de misericordia, sino más bien por su carácter pendenciero. Un extenso currículum de agresiones por arma, agravios e injurias precedían la reputación del pintor, sólo era cuestión de tiempo que sucediese lo inevitable, que la agresión culminase en muerte. Ranuccio Tomassone murió de una estocada asestada por Caravaggio y según los testimonios de la época fue trasladado primero al barbero cirujano, quien certificó la muerte, y luego al cementerio. Seguramente en una escena no muy diferente al difunto del cuadro que representa una de las obras de misercordia, dar sepultura a los muertos y que realiza tan solo unos meses después.
Caravaggio huyó de Roma con precio sobre su cabeza por un «Bando Capital», es decir, que quien presentase su cabeza recibiría recompensa e indulto por la muerte del pintor, dos en uno. Recaló unos meses en la impresionante ciudad de Nápoles de la que se decía «ver Nápoles y después morir». Era la mayor ciudad del sur de Europa, con edificios de seis plantas, mercancías y gentes de todo el mundo, tantas gentes que en sus calles el hambre y la miseria se hicieron tan frecuentes como las riquezas de mercaderes y burgueses o la pompa y boato de la corte española. Estos miserables y hambrientos eran los llamados lazzari, leprosos.
Esta obra encargada por la Hermandad del Pío Monte de la Miseria, nos recuerda que hay que dar de comer al hambriento y visitar a los presos, como hace la mujer amamantando al viejo tras las rejas; vestir al desnudo y ayudar al enfermo, como la figura del joven San Martín que entrega su manto al desnudo y delgado hombre postrado en el suelo; dar cobijo al peregrino, representado en las dos figuras que hablan ya que uno de ellos es el apóstol Santiago; dar de beber al sediento, como sacia su sed el mítico Sansón que bebe en una quijada (mandíbula) de asno.
Tradicionalmente las obras de misericordia se representaban individualmente, pero el astuto Caravaggio nos presenta las siete en una única escena donde aúna cielo y tierra a través de la luz, con la vela del callejón y otro haz más poderoso desde lo celestial, esa iluminación cenital tan frecuente en sus claroscuros. De nuevo lo sagrado y lo profano, las Antiguas Escrituras y los personajes bíblicos se mezclan o encarnan en hombres comunes, en muchos casos de los bajos fondos, que Caravaggio frecuentaba como su hábitat natural, dando así absoluta veracidad a una escena de difícil interpretación para el espectador contemporáneo.