Las afinidades electivas
Un pájaro en una jaula no es extraño. Un huevo si.
Con título basado en la novela Die Wahlverwandtschaften (1809) de Goethe, monsieur Magritte nos regala otro de sus juegos visuales, poéticos y filosóficos en Las afinidades electivas, la imagen de un huevo enorme encerrado en una jaula de sus mismas dimensiones.
Magritte juega con varias cosas: para empezar la relación o afinidad entre objetos. El huevo y la jaula, con relación en principio arbitraria en la vida real, tienen numerosas afinidades (de ahí quizás el título). Por ejemplo, los dos son contenedores para el pájaro. Y visto así, el pájaro dentro del huevo está en una doble jaula, por así decirlo.
Magritte juega también con lo presente y lo ausente. El huevo (presente) será en el futuro un pájaro (ausente). El artista sustituye un objeto por otro, abriendo así infinitas interpretaciones, aunque sabemos bien que el objeto es parte del mismo proceso. Uno se convertirá en otro, aunque el futuro pinta aterrador… el pájaro no podrá crecer mucho más que esa jaula de su mismo tamaño.
Es muy distinto tener encerrado un pájaro en una jaula que un huevo. El huevo es todavía un «objeto» —con múltiples asociaciones, eso sí— aunque a través de los ojos del artista nos hace ver que la diferencia es muy poca. La crueldad es la misma.
Con obras como esta, Magritte deja de lado todo automatismo y ensoñación de los encuentros azarosos propios del surrealismo ortodoxo y se introduce en una especie de «resolución de problemas lógicos», cuestionando la representación de las cosas y sus diferencias con «la realidad».