Las manos del doctor Moore
No soy lo que soy, soy lo que hago con mis manos.
A medio camino entre un retrato y un bodegón, y aderezado con los efluvios surrealistas inspirados por la estancia de Breton en Mexico esos años, Diego Rivera pintó al Dr. Clarence Moore, un reputado cirujano de Los Ángeles. Pero no representó su rostro, sino sus manos. Después de todo, como dijo la gran Louise Bourgeois: No soy lo que soy, soy lo que hago con mis manos.
Rivera copia descaradamente la estética de su mujer Frida Kahlo, con sus referencias a raíces ancestrales, las formas femeninas, la presencia de la sangre y la cirugía, y un pergamino explicando la obra de forma sencilla, pero poética. La relación con Kahlo había acabado en 1939, pero Rivera la tenía muy presente en su vida y en su arte (y viceversa). De hecho, muy poco tiempo después la pareja volvería a casarse, esta vez ya para siempre.
Este «retrato» fue encargado por la Sra. Ellis Moore que quería que Diego pintara un retrato de su reconocido esposo, el cirujano californiano Dr. Moore. Rivera cobró $ 650, aunque probablemente la Sra. Moore tenía en mente algo más tradicional. Sin embargo, el cuadro permaneció en la familia hasta la muerte de ambos, cuando lo adquirió el museo.