Las maravillas de la naturaleza
Amor por la mímesis.
Magritte representa en esta obra a dos amantes muy peculiares. No se trata exactamente de sirenas nórdicas (y decimos nórdicas porque son aquellas que tienen la mitad del cuerpo humano y cola de pez, en el caso de las de la mitología griega, la mitad inferior es el cuerpo de un pájaro).
En cierto modo son sirenas, pero ha invertido la manera habitual en la que estamos acostumbrados a ver a estas criaturas fantásticas, ya que aquí es la parte superior la que tiene apariencia de pez, y la inferior cuerpo humano. Lo hará en otras obras, como La invención colectiva.
Estos dos amantes, pintados exactamente del mismo color de la roca, sobre la cual están sentados generan un efecto de conjunto escultórico de bronce, con tonos amarronados y verdosos. Parcialmente parecen estar petrificadas, en calidad de estatuas, aunque por otra parte las dota de movimiento mientras cantan al unísono, tal vez entonan una bella canción de aquellas que después los marineros cantarán en sus travesías, o quizás simplemente entonen felices una misma nota ensimismados y enamorados.
Al fondo, en el mar, un barco espectral, porque no lo vemos definido a causa de la distancia, surca las olas.
Nunca es fácil interpretar las obras de Magritte, pero lo que esta nos deja claro es la obsesión que tenía el artista por la mimetización. Dos criaturas del mar que han salido de él y han llegado a la playa, a tierra firme, se mimetizan rápidamente con ella a través del cromatismo.
Y también expresa la sensibilidad que caracterizaba al artista belga, siempre surrealista aunque cargado de sentimentalismo y nostalgia.