Louise Brooks
El colmo de la fotogenia.
Louise Brooks (1906 – 1985) fue una rutilante estrella del Hollywood dorado. Aunque no hayáis visto cualquiera de sus maravillosas películas mudas, seguro que os suena su carismática presencia: Brooks era pura elegancia y glamour, pero sobre todo es inconfundible su característico corte de pelo a lo garçon.
Brooks —como muchas otras estrellas del cine— vivió una infancia difícil: en el Medio Oeste donde la gente rezaba en el salón y practicaba el incesto en el granero,
fue violada por un vecino con 9 años. A los 14 ya era una alcohólica. Pero talento no le faltaba para el baile y la actuación, y en Hollywood la recibieron con los brazos abiertos. Se convirtió en una estrella al nivel de la Garbo o la Dietrich.
Y es que Louise Brooks representaba a la típica estrella de los locos años 20: libre, juerguista, muy inteligente y terriblemente carismática. Fue la encarnación perfecta de las llamadas flappers, cuando se puso de moda entre las jóvenes ser insolente e ingeniosa, cortarse el pelo muy corto y vestir con vestidos rectos que por primera vez no intentaban resaltar curvas. Además, era la moda usar unas sandalias a medio desabrochar que al andar hacía sonar el flap-flap que les daba ese nombre.
Trabajó con los grandes (Hawks, G. W. Pabst, William Wellman…), y se acostó con quien quiso (Chaplin, Grabo, Bogart…), pero tanta promiscuidad y juergas ocultaban una gran infelicidad. Al llegar el sonoro, la carrera de Brooks se fue deteriorando poco a poco (Descubrí que la única carrera bien remunerada que me quedaba, como actriz de treinta y seis años sin éxito, era la de una prostituta),
pero el brillo de su estrella permanece inalterable.
Solo hay que verla en fotos como esta (obra de Eugene Robert Richee, fotógrafo de la Paramount). El colmo de la fotogenia.
Con un vestido negro sobre un negro, la Brooks sujeta en sus manos un largo collar de perlas e ilustra perfectamente esa maravillosa década de hace 100 años, cuando la experimentación, la elegancia, la audacia y el ingenio se daban de la mano. Al parecer, lo contrario que hoy en día.