Luz de sol en el segundo piso
Un rayo de sol.
Brilla el sol en esta casa rodeada de árboles. Dos personas aprovechan esos rayos cálidos en la terraza, suerte que tienen de vivir ese momento.
Recuerdo hace unos años cuando tomé unas vacaciones en un lugar parecido. Era una época gris, un mal momento. Pero brillaba el sol y decidí sentarme en la terraza. Abrí mi portátil, buscando una obra de arte —de Hopper, creo recordar—, y me encontré una web llamada HA!
No daba crédito a lo que allí se contaba, y parecía no acabarse nunca. De Hopper salté a la siguiente, y después a la siguiente… Eran análisis pequeños, condensados, sintetizados, perfectos, divertidísimos de cuadros y esculturas. No eran textos profesionales, aunque sí lo eran. No eran técnicos ni serios, pero al mismo tiempo te explicaban la técnica y la historia de la obra con suma seriedad.
A veces, ni siquiera hablaban de la obra de arte de la que supuestamente debían hablar, sino de cómo esa obra hacía sentir. Ninguna web de arte era así.
Al momento me volví adicta a HA!
Descubrí que la página la escribían historiadores, como yo. Historiadores que se dedicaban a otra cosa, como yo. El arte para ellos era una pasión, no una profesión. Descubrí que escribían por amor al arte, y eso se nota.
No puedo creer que el tío que montó esto no se esté ganando la vida con la web —algo que dice mucho del país en el que vive—, pero supongo que la vida no sólo consiste en ganar. En la vida, como en el arte, se trata de dar (y recibir). En definitiva, de compartir.
HA! es para mí el summum de la divulgación.
Le propuse escribir en la web y él dijo ¡Claro, mándame algo…! Pero sólo con una condición: sé tú misma.
Y aquí sigo, de vez en cuando escribiendo para HA!. Me publican todo lo que siento, lo que el arte me hace sentir, y siempre siendo yo misma. Aunque él tenía reticencias con publicar este texto, aquí está, publicado para quien lo quiera leer.
Le debía un agradecimiento a HA!, que contribuyó mucho a que pasaran las nubes y que brillara el sol, aún en días nublados.