Marina con vaca
Otro talismán.
No sé si os acordáis de El talismán de Paul Sérusier (una obra importantísima para la historia del arte occidental). Fue una pintura inspirada —se podría decir que «inducida»— por su tocayo y mentor Paul Gauguin, que lo instó a olvidarse de tanto copiar la naturaleza y dejarse llevar por el color.
El cuadro de Sérusier rozaba la abstracción. Fue una obra visionaria, una pintura pura, simple y subjetiva, que se convirtió en el manifiesto de un arte nuevo y revolucionario.
Y claro, al ver el escándalo que provocaba su pupilo y ser Gauguin el instigador de ese nuevo tipo de arte, optó por realizar ese mismo año de 1888 su propio talismán, con su propio estilo derivado del Simbolismo.
Gauguin pinta lo que pone el título: una vaca cerca de un acantilado. Cierto es que cuesta situarse, por ese extraño punto de vista, esa deformidad en la perspectiva (¿no os da un poco de vértigo?), y evidentemente los colores que el pintor tanto apreciaba, hasta el punto de dejarlos libres de toda atadura, incluida la realidad.
Aún así, hay cierto equilibrio en la composición ¿no…?
La obra de Gauguin también roza lo abstracto. Sólo dos figuras nos sitúan en este mundo: el simpático bovino al lado de esas montañas de paja color fuego, y ese barco con las velas extendidas de la parte superior. Lo demás es todo paisaje marino de Pont-Aven, con las olas rompiendo en el acantilado.