Composición en rojo, amarillo y azul
Mondrian empieza a dedicarse a pintar líneas rectas y colores primarios.
Mondrian era el típico holandés: paisajes, molinos, luz…
Pero llegó a París y de pronto descubrió la belleza de la línea recta y los colores primarios.
Y eso es precisamente lo que es esta obra: línea rectas y colores primarios. Muy ordenadito todo para intentar representar sus ideas sobre la teosofía y el orden armónico del universo.
Abstracto como Kandinsky, no era en absoluto tan caótico como él… Sus cuadros eran pura geometría que al final tuvieron que denominarse de una nueva forma: neoplasticismo, influidos por la abstracción y la bauhaus.
Sus famosas composiciones lineales, tan criticadas por muchos (Dalí dijo de él: “Piet, Piet, Piet, Piet, ‘niet’, porque ‘niet’ en ruso es ‘nada’. Se le opone Dalí, Dalí, Dalí, Dalí,”da“: es ‘sí’”) eran para el artista casi formas sagradas. Lo horizontal y lo vertical representan los polos opuestos de la existencia: lo espiritual y lo material, lo masculino y lo femenino, lo positivo y lo negativo. “Su unión”, escribió el propio Mondrian, “es la felicidad”.
Algo tan sencillo en la forma, resulta que era sumamente complejo en el concepto, y eso es lo que Mondrian pintaría hasta el día de su muerte.
Incluso cuando su colega neoplasticista Van Doesburg usó la diagonal, aburrido de tanta línea para arriba y a los lados, un ofendido Mondrian se separaría definitivamente del grupo por semejante sacrilegio.