Monograma
El artista, aficionado a recoger mierda para sus creaciones, vio algo en una cabra disecada.
Rauschenberg iba mucho por una tienda de segunda mano a hacer “prospecciones” para su arte, y siempre veía a una cabra disecada, sucia y abandonada en el escaparate. Siempre mirando por el cristal, como queriendo salir de ahí.
Por 15 dólares se llevó al bicho, pero aún no sabía muy bien que hacer con él.
Al principio pensó en colgarla de la pared, como un cuadro. Evidentemente no funcionó (“era demasiado grande… no por su tamaño, sino por su personalidad…”). Pensó en un ensamblaje… Tampoco funcionaba: solo era una cabra pegada a algo artístico.
Al final vio que en su estudio había un neumático. Por probar, ajustó a la cabra dentro de la goma y… ¡Todo empezó a cobrar vida!.
Rauschenberg se construyó una plataforma de madera con ruedas, la decoró con papel y pintura y puso la cabra en la mitad.
Y durante años siguió añadiendo cosas a la obra. Día a día Rauschenberg añadía elementos autobiográficos de todo tipo, por lo que muchos ven en Monograma una especie de autorretrato del artista. De hecho la palabra “monograma” implica una firma, un símbolo hecho con caracteres sencillos creados para ser estampados en un producto.
Nada tenía que ver eso con sus odiados Rothko o De Kooning, tan pedantes, tan llenos de testosterona. De hecho, Rauschenberg se rió un poco del movimiento pintándole la cara al animal con brochazos que ocultan su verdadera expresividad.
Es cierto: Monograma es una obra de arte muy fea; pero es muy graciosa y duchampiana (la rueda es un claro homenaje), y además desconcertante. Es el germen del arte que vendría en el futuro, que entonces se denominó neodadaísmo, pero con el tiempo y al añadirse artistas como Warhol o Lichtenstein, se convertiría en lo que hoy conocemos como Pop-Art.