
Monumento funerario a Miguel Ángel
Homenaje al maestro.
Miguel Ángel Buonarroti, el gran genio del Renacimiento, falleció el 18 de febrero de 1564, a la longeva edad de 88 años.
Pese a que murió en Roma, sus restos acabaron en Florencia, la ciudad donde comenzó su prometedora carrera artística y que tan importante fue en su juventud.
Meses después de su muerte, el 14 de julio de 1564, se celebró en Santa Croce su funeral, una ceremonia por todo lo alto, organizada por la Academia de Artes del Diseño, que había sido fundada poco más de un año antes por iniciativa de Vasari y la protección del duque Cosme de Médici. Dicha ceremonia fue todo un acontecimiento, donde estuvo presente la crème de la crème de las personalidades florentinas de aquella época, que por nada del mundo querían perderse la despedida a tan gran artista.
Vasari, que como sabemos sentía una profunda admiración por Miguel Ángel, fue también el encargado del diseño de su sepulcro; diseño ejecutado por varios artistas. Destaca en la composición el busto del artista, basado en la máscara mortuoria del genio renacentista para lograr el mayor parecido físico posible, y también las tres figuras femeninas, que son alegorías de las tres grandes artes: arquitectura, escultura y pintura; podemos identificarlas porque cada una de ellas sostiene un objeto relacionado con su disciplina artística, como por ejemplo la alegoría de la escultura, el arte predilecto de Miguel Ángel, que tiene un cincel, la herramienta que usaba este gran artista para tallar el mármol, o como él decía, liberar a las figuras atrapadas en él, extrayendo la materia sobrante.
Arquitectura, pintura y escultura, las tres artes que Miguel Ángel practicaba y dominaba, por eso se representa a las tres en su sepulcro y lloran desconsoladas la pérdida de tan destacado artista, pues nunca hubo ni volverá a haber alguien de la talla de Buonarroti.
Otro elemento que destaca son los relieves a los lados de su busto: tres coronas de laurel, olivo y roble, que son el emblema de la Academia florentina.
Según cuenta Vasari en sus escritos, pese a que en Roma no hizo gracia que Miguel Ángel acabara sepultado en Florencia y no en la ciudad en la que había fallecido y trabajado tanto; el Papa donó todos los mármoles que se utilizaron para diseñar el mausoleo.
No es ningún secreto que Miguel Ángel no era admirado por todos, su carácter solitario, huraño y en ocasiones violento despertaba recelos y enfrentamientos con otros artistas y personalidades de la época, como Baccio Bandinelli, escultor florentino, que afirmaba que Miguel Ángel nunca tomaba aprendices por miedo a que lo superaran, o el Papa Julio II que lo tachaba de «terrible e intratable». De hecho, Vasari relata diversas anécdotas de la curiosa relación tan tirante que existía entre ambos, como una ocasión en la que el Papa entró en la Capilla Sixtina para ver el proceso de las pinturas y Miguel Ángel, furioso, lanzó unas tablas desde el andamio en el que pintaba.
Tuvo que ser un hombre peculiar, sin duda, pero más allá de su carácter arisco, sus obras siguen siendo hoy en día de las más importantes en la historia del arte universal, y debemos mucho a este artista y a su grandioso legado.
Giorgio Vasari