
Muchacho mordido por un lagarto
Mordisquitos de amor.
Un lagarto muerde a un joven efebo. El retratado ha metido los dedos en ese maravilloso bodegón de flores y frutas y se ha llevado un buen mordisco de reptil ¿Qué nos quiere decir Caravaggio con esto? Se ha dicho de todo, y las interpretaciones son abiertas, como en toda buena obra de arte. Muchos ven una alegoría del amor, y la mayoría de expertos, por algún motivo, ven algo sexual aquí.
Lo que sí podemos decir es que ese primer Caravaggio veinteañero busca plasmar emociones —quizás sorpresa, dolor o miedo— y ya juega con los efectos de la luz, sobre todo en ese jarrón con agua que proyecta y refleja la luz que entra por la ventana. Eran tiempos en los que Caravaggio empezaba a interesarse por lentes, cristales y espejos gracias Tratado sobre el arte de la pintura de Giovanni Paolo Lomazzo, que tenía un capítulo que obsesionaba al pintor, con un título de lo más explícito: «Sobre los efectos que la luz produce en los cuerpos de agua»
Se sabe también que la pintura se vendió a un comprador desconocido por 25 julios (monedas vaticanas de plata de la época) y que hay otra versión casi idéntica en la National Gallery de Londres.
Algunos ven aquí un autorretrato de Caravaggio, vestido de manera muy teatral, con peluca con flor, labios y mofletes pintarrajeados y una camisa blanca que deja ver su hombro. Muchos ven en esta pinta afeminada el clima que se vivía en la corte del cardenal Francesco Maria del Monte, principal mecenas del artista, un lugar un poco turbio donde se solían ver muchos niños vestidos así por motivos teatrales y musicales.