Mujer mirando una pecera
Gente pez.
Marruecos dejó una profunda huella en Henri Matisse. Ya no solo en la luz y el color… también en el ritmo y en la ensoñación. Se ve en esta deliciosa pintura donde, como reza el título, una mujer observa ensimismada la danza de los peces en una pecera.
Por alguna extraña razón, hay numerosos ejemplos de mujeres y peces en la obra de Matisse durante los años 20. Es un motivo recurrente y existe en estas obras cierta melancolía, cierta belleza triste. ¿Qué mira esa mujer? Pues a unos peces prisioneros, pero coloridos. Y el recipiente/prisión emana una luz hipnótica que ilumina la cara de nuestra protagonista. Está durmiendo despierta, seguramente feliz. Eso quiero pensar.
Ella misma parece estar en una pecera, como puede ser esa habitación de celosías orientales en la que entra la luz irreal. Si no fuera por que es parte del atrezzo, podríamos decir que de su cabeza sale un halo color turquesa.
Todo es tan extraño… como esa mesa donde se ubican los estróbilos de un pino o ese misterioso papel en blanco… Es el extraño mundo de la pintura, del arte. Es Matisse preguntándose y preguntándonos cosas.
Son muchas preguntas. Y eso que estamos ante un Mattisse bastante naturalista (en comparación con obras anteriores… y posteriores) donde aparentemente el artista vuelve a ver la realidad de forma «normal». Aunque con un extraño filtro… Como quizás ven los peces a las personas desde su pecera.