Mujeres de Tahití
Tahitianas en la playa.
Gauguin emigró a Tahití un 1 de abril de 1891 buscando la utopía de la felicidad en una civilización primitiva que no estuviese contaminada por los vicios y la decadencia de occidente. Pero al llegar, se llevó un pequeño chasco. Tahití estaba muy occidentalizada ya a causa del colonialismo y las misiones católicas.
Aún así, se va a un lugar remoto, a unos 45 km de la capital, y empieza a vivir como un hippie autosuficiente en una choza de bambú con tubos de pintura como único «lujo» occidental. Pasea por la playa, pinta de vez en cuando y sobre todo se dedica a hacer el vago, que como podemos intuir, es la fuente de toda felicidad (si no somos felices en nuestros trabajos, claro).
Las pinturas que realizó en la época muestran su vida cuasi-idílica ahí, y retrató a las mujeres de la zona con sus hábitos y costumbres, aunque en el caso de este cuadro podemos ver como Gauguin pretende mostrar esas dos corrientes: una vestida puramente a la moda Polinesia (la mujer de la izquierda) y otra más occidentalizada (con el vestido rosa). Una está relajada en la playa, la otra trabajando (parece trenzar unas hojas para hacer una cesta), una abierta a la naturaleza, otra sentada con una enigmática mirada de difícil interpretación, como las caras de un moái o un tiki.