Niño y luna
Pintando pensamientos.
Uno jamás logra conocer a una persona en su totalidad. Niño y luna nos recuerda eso.
Edward Hopper ha sido estudiado a lo largo de los años como uno de los representantes del realismo estadounidense, se ha exaltado su relación con el cine y literatura, nos ha hecho sentir el silencio con cada una de sus obras y, a pesar de tantos fanáticos del arte, estudios y años de admiración, existen obras como Niño y luna que parecieran romper con lo que conocemos de la persona. Obras de las cuales no hay suficiente información o que no figuran entre sus más reconocidas.
¿Cuántas cosas desconoceremos de cada artista?
Hopper tenía aproximadamente 24 años cuando hizo este dibujo y estaba luchando por definir su estilo, tan solo un año antes había comenzado a trabajar en una agencia de publicidad en Nueva York y, aunque la ilustración no era de su agrado, tuvo que dedicarse a ello durante casi 20 años hasta que su carrera como pintor tuviera un mayor desarrollo.
Niño y luna presenta una escena un tanto surrealista y la afirmación de Hopper: «pintar pensamientos, no hechos», pareciera cobrar más sentido que nunca. Uno pudiera pasar horas tratando de descifrar la obra, ¿el niño voltea a ver a lo que viene o a lo que fue? ¿un sueño?
Hopper ha logrado capturar en sus obras el color de la soledad y, a mi parecer, el añorar o temer algo. El sentido de la pintura cambiará según la persona; quizás cuando mencionaba el pintar pensamientos no se refería únicamente a los de él, sino a los del espectador.
¿Y tú, a qué sueñas? ¿a qué temes?