Nuestro Salvador entre ruinas
La mirada abandonada.
¿Quién iba a pensar que debajo de las ruinas de un cobertizo destrozado durante uno de los interminables enfrentamientos bélicos, en la Rusia de 1918, se encontraría entre el lodo y la mugre una obra maestra del arte nacional?. Quizás esta obra es tan desgarradoramente buena no solo por su exquisitez técnica, sino porque además de que, pese a que su capa pictórica pudo fácilmente haber quedado destruida por completo, el rostro de Nuestro Salvador, quien titula la obra, quedo impoluto y a salvo; elaborando de este modo un relato de leyenda para aquellos que eligieron creer en un milagro.
Al margen de los mensajes religiosos, en la obra de la que hoy pervive únicamente el afable rostro del que sería el Hijo de Dios y Dios en sí mismo, que parece atravesarnos la carne y alcanzarnos el alma con su mirada; para sobrecogernos. Imagínense, por un momento, desenterrando con sus propias manos una obra capital del maestro Rubliev de entre los escombros en la que encontramos al hijo de Dios mirándonos impertérritos, envuelto por el oro que contrasta con la suciedad del ambiente, esa fría mañana de guerra, y caer en la cuenta de que en todo momento una mirada (humana o divina) cae sobre nosotros.
Por muy deteriorada que se encuentre la obra de Rublev no dejamos de apreciar el típico encanto de los iconos ortodoxos; ese sincretismo entre los elementos formales mas hieráticos pero la candidez y exotismo que desprenden sus personajes, la ausencia total de perspectiva y realismo, el aura de tranquilidad que envuelve la escena, la utilización de materiales como el oro, la plata o incluso el cobre para acentuar la virtuosidad de la iconografía presente. Los iconos, son una extraordinaria ocasión para reencontrarnos con el misticismo y la espiritualidad, seamos o no religiosos, y su descubrimiento y apreciación son aún una asignatura pendiente en una Europa Occidental que se aleja irremediablemente de estos sentimientos, sufriendo una crisis de espiritualidad de por medio. Estoy convencido de que las obras del maestro Rublev, y de tantos otros, nos servirán para explorar territorios desconocidos y esta miraba abandonada es buena prueba de ello.
La obra forma parte de la Deésis del Monasterio de Zvénigorod, y acompañaría a un retrato similar de San Pablo y otro de San Miguel Arcángel; todas pintadas por el monje artista Andrei Rublev durante la década de 1420.