Perro acostado en la nieve
Otro ejemplo del amor de Marc por los animales.
El joven Franz Marc estaba muy interesado en la filosofía y la teología. Estudió arte, pero siguió buscando constantemente un “puente hacia el mundo espiritual”. Si miramos con un poco de atención, eso se puede ver en sus pinturas de animales.
Para Marc, los animales estaban más cerca de Dios que los seres humanos. Evidentemente eran seres más primitivos, más puros de alma y por lo tanto más hermosos. No eran como el ser humano, al que creo que todos conocemos ya y sabemos de lo que es capaz… Un mal bicho.
Aquí Marc no nos retrata un simple perro acostado en la nieve. Aquí el artista pinta a una criatura de Dios en armonía con la naturaleza. Un ser apacible que emite una increíble brillantez, fuerza vital y emoción.
Un perro amarillo (ya entraremos otro día a analizar la teoría cromática de este artista) pintado casi de modo cubista, como era el último grito en 1911. Así el chucho se compone de superficies angulares bidimensionales, aunque Marc deja intactos los contornos naturales y la perspectiva uniforme.
Poco a poco, con pinturas como esta, Marc fue encontrando su camino a una nueva forma de expresión, fue caminando hacia ese puente. Hacia ese puente azul (“Der Blaue Reiter”).