Planos por colores, gran desnudo
Radiografía de la energía vital del cuerpo.
La figura de la mujer del pintor, Eugénie, se recuesta cómodamente sobre un algún tipo de asiento. Descansa con una seguridad confiada, digna de quien habita la materialización de la belleza por excelencia: el cuerpo femenino.
Kupka podría haberse limitado a pintar un típico desnudo al óleo, pero entonces no sería Kupka. La anatomía de la modelo aquí se define —como el título de la obra indica— en planos de colores contrarios y peculiares. Nos podemos cuestionar entonces el criterio del pintor al servirse de una paleta tan variada: los tonos no se subordinan a la plasmación de la luz, como hacían los impresionistas, ni responden a una visión subjetiva del mundo, como en los cuadros postimpresionistas.
No, Kupka empleaba el policromo en un sentido totalmente novedoso en la época: creía en su potencial intrínseco, comparándolo en expresividad con la música (Orfismo). Encontraba aquella esencia incorpórea en sus motivos, y la hacía aflorar en el lienzo a través de los tonos. En esta obra parece que podamos ver en los planos de color el contenido anímico de Eugénie: Kupka realiza una especie de radiografía de la energía vital del cuerpo (a lo mejor inspirado por el descubrimiento de los rayos X, logro de principios de siglo).
Ese estudio de la espiritualidad del mundo y su configuración a través del color… ¿no resulta algo familiar? El propio Kandinsky sería el primero en teorizar sobre ello, inaugurando el arte abstracto. Eso convierte a Kupka en una especie de precedente de ese movimiento. Queda demostrada su genialidad: por supuesto, no sólo por el título de visionario, sino también por la exquisitez vítrea de sus pinturas.