La taladradora
El ritmo de una máquina.
Kupka se cansó un poco de la abstracción pura y a finales de los años 20 —y por un breve periodo de tiempo— decide cambiar un poco de rumbo metiendo en su obra algo relativamente figurativo, pero sin abandonar sus geometrías que ordenaban su universo.
Algo figurativo y a la vez abstracto como puede ser una máquina. Algo racional, ordenado para optimizar su eficacia, y a la vez bello y poético, al menos a los ojos de un amante de la tecnología.
Podemos suponer la función de esta máquina (de hecho su título lo deja claro) pero lo importante es el ritmo de sus mecanismos. Tal es el ritmo en estas máquinas de Kupka que parecen estar en movimiento, desde los engranajes circulares a los pistones rectos, y por supuesto las chispas y volutas de humo que saltan de esa taladradora, que el artista intensifica con colores cálidos.
Hay que tener en cuenta que Kupka bebió en sus inicios de la Sezesión (estudió durante unos años en Viena) y podemos ver casi en estos artilugios de metal a un ser orgánico en movimiento, casi una imitación de la naturaleza.
Poco después, Kupka regresó de nuevo y definitivamente a la abstracción. Por algún motivo no le convencían estas maravillosas máquinas, quizás demasiado figurativas, demasiado pertenecientes al “mundo real”. Un espiritual como él (teósofo, vegetariano) necesitaba crear sus propios mundos no objetivos. Sin embargo guardó este cuadro en su taller hasta el mismo día de su muerte.