Playa de Trouville
Vacaciones en la playa.
A mediados del siglo XIX, Francia se estaba modernizando bastante, en parte gracias a las nuevas líneas ferroviarias que iban a las costas del norte de Francia. De pronto, empezaron a proliferar ciudades turísticas en Normandía y los paletos de la ciudad se iba a pasar sus vacaciones de verano a estos pueblos pintorescos para escapar un poco del veneno espiritual que supone vivir en la urbe.
Esto, como es lógico, repercutió también en el arte, pues entre estos turistas también había pintores que de pronto vieron con otros ojos el paisaje, la luz y los colores de una playa. Uno de estos artistas fue Eugène Boudin (por cierto, en esa misma época era profesor de pintura de un adolescente Claude Monet). Ambos pintores vieron el futuro de la pintura en esa mezcla de luz marina, momentos de ocio e «instantes» congelados en un lienzo.
Boudin fue uno de los primeros paisajistas franceses en pintar al aire libre y también uno de los primeros artistas en «capturar» el ocio moderno de la burguesía francesa y esa nueva cosa que se estaba poniendo de moda: las vacaciones en la playa.
Pero Boudin, que realizó una buena cantidad de pinturas de este tipo, muy semejantes en formato y composición, pasa un poco de lo que es la playa en sí y se centra sobre todo en el cielo. El mismo cielo que en la ciudad… ¡pero qué distinto! Destaca en la obra de Boudin que dos tercios del lienzo sean puro cielo, con sus nubes.
Boudin registró ese mismo cielo en varios momentos: al atardecer, al amanecer, al mediodía, despejado, tormentoso, huevo frito… Cada cielo tenía su propia luz, sus propios colores, algo que los futuros impresionistas franceses —con Monet al frente— tomarían muy en cuenta.