Pubertad
Crecer es aterrador.
Ante todo, Munch siempre tuvo una actitud de entender a la mujer como un ser fatal desde el punto del dolor y no de la crueldad. Acción reflejada en el gran protagonismo que esta obtiene en sus cuadros más dramáticos.
Pubertad no es más que una niña aterrorizada frente a la realidad. Siente tanto que está paralizada frente a lo abrumador. Pudor por su cuerpo. Miedo ante los cambios. Atormentada por un sombra que conforma todo aquello negativo que proviene con el crecer y es inevitable. Nos mira como pidiendo ayuda y nuestro primer instinto es entregarsela, pero también tememos por eso que la persigue y podría lastimarnos.
Este cuadro no busca entregar una reflexión, sino un mensaje: «crecer es aterrador». No es sutil, no es suave ni compañero. No juega con lo positivo y lo problemático del proceso entre la niñez y la adolescencia, comunica la incomodidad representada en la posición estática e incómoda y la alerta constante provocada por la ansiedad de que esa sombra maligna caiga sobre nosotras.
Con un balance medido, como cada trabajo de Much, despeja el cuadro de distracciones ajenas a la figura y la sombra. El autor quiere que nos concentremos en las expresiones, es allí donde se condensa la mayor parte de la información.
La niña es alejada de una representación con connotaciones sexuales, es pura inocencia. Esa razón hace que su horror se vuelve desconcertante y doloroso.
Munch coloca una experiencia colectiva que lleva a la locura en un rostro, en un cuerpo desnudo de protección y repleto de brutal sinceridad como forma de reconocimiento.