Puesta de sol escarlata
Aquí empieza el Impresionismo.
Unos años antes de Impresión, sol naciente (más de 30 años antes, para ser exactos), JMW Turner ya había pintado el sol y su luz reflejándose en el río. Ya había captado «el momento», una de las bases del posterior Impresionismo, ya que el artista inglés creía de verdad —cuando casi nadie lo creía— que hay momentos intensamente hermosos y que vale la pena capturarlos en pintura.
Así lo hizo en numerosos cuadros, y sobre todo en acuarelas, una de sus especialidades. Ya en vida, Turner era considerado el mejor acuarelista de Inglaterra, y creía que esta maravillosa técnica era perfecta para transmitir emociones y estados de ánimo, dejando de lado florituras, naturalismo, detalles, narrativa y demás chorradas que nada tienen que ver con el arte, sino con una simple habilidad técnica que cualquier robot puede hacer.
Turner era un romántico, lo que quiere decir que prefería la emoción al virtuosismo. Aunque, por supuesto si tienes las dos cosas como era su caso, mejor que mejor. Era además un experimentador: los colores expresivos eran su laboratorio de emociones, las pinceladas amplias y atmosféricas eran para él el futuro del arte, y explorar el potencial estético de la luz y la niebla como temas por sí mismos, una declaración de intenciones.
Normal que Turner sea considerado no sólo el precursor del Impresionismo. También podemos ver aquí cómo se empiezan a sentar las bases del Arte abstracto, algo que acentuaría en obras en las que el paisaje desaparece ya, y son todo atmósfera.