Tormenta de nieve, Aníbal y su ejército cruzando los Alpes.
Se avecina una tormenta.
Con la excusa de una escena histórica, Turner pinta una tormenta magistral.
En una de las cartas escritas de su puño y letra aún conservadas, Turner explica la creación de esta obra. Rumbo a uno de sus múltiples viajes realizados a Europa, le sorprendió una gran tormenta en el mar.
Él, tan fascinado como estaba por semejante fenómeno de la naturaleza, en lugar de esconderse en su camarote hasta que se calmaran las aguas, pidió a la tripulación que la ataran con una cuerda al mástil (como si del mismísimo Odiseo se tratara, sólo que en diferente contexto) para así poder observar y disfrutar la experiencia (temerario Turner, muy temerario).
Turner reduce el tema histórico en la parte baja del cuadro, dando protagonismo al fenómeno meteorológico. Trabaja atentamente el cielo y la luz.
Precisamente con el efecto lumínico parece tratarse de una tormenta de arena en el desierto, sin embargo es de nieve, con un color atípico por ese juego de luces.
El hecho de que la tormenta tenga una forma prácticamente circular hace referencia a la historia: La escena de Aníbal forma parte de las Guerras Púnicas (siglo I) entre romanos y cartagineses. Y en la época de Turner (diecinueve siglos después) la situación es la misma: Napoleón contra los ingleses.