Retrato de Bertolt Brecht
Retrato de un hombre moderno.
República de Weimar: Alemania vive momentos de agitación social, hiperinflación, hambre, miseria, suicidios… y cabarets. Fueron tiempos en los que Europa vivió su momento de mayor esplendor cultural, un paréntesis entre dos infiernos, que daría como resultado la proliferación de las mayores mentes de la época.
A la imagen me remito: Bertolt Brecht pintado por Rudolf Schlichter… No hay más preguntas, Señoría.
El retrato de Brecht por Schlichter es todo un ícono de los años veinte. Ya no sólo por la profundidad del retratado, típica de la Nueva Objetividad, sino por esas formas angulares, esos colores fríos le dan a Brecht un aire de distancia y energía restringida.
Brecht abrazó a su manera todo eso de la Nueva Objetividad… fue creando una nueva idea del arte, Verfremdungseffekt o Efecto de distanciamiento, que requería de un distanciamiento emocional con respecto a lo que se mostraba en la obra para que así el público pudiera reflexionar de una manera crítica y objetiva.
Brecht ese Comunista sin partido
que vivió un Berlín efervescente y decadente, ese poeta y dramaturgo sobresaliente, ese fumador empedernido de media sonrisa entre el cinismo y el idealismo, y amante los coches rápidos que tan bien retrata Schlichter en los colores del fondo que casi dibujan piezas de automóviles. Un hombre moderno.
Como dijo el propio Brecht:
“El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”.