Retrato de Pablo Picasso
Inmerso en la novedad.
«Vanguardia» (del francés avant-garde) es el término usado para referirse a los artistas inmersos en la novedad, especialmente en contraposición a la estética instaurada, ya sea por el uso original del lenguaje o la utilización de una peculiar técnica.
En este contexto, Juan Gris empezó a experimentar con el cubismo tras una breve etapa como dibujante por la notoria influencia de Pablo Picasso y Georges Braque. En 1912 ya estaba completamente ensimismado con ello, año en el que presentó diversas pinturas cubistas al Salón des Indépendents de París. El movimiento vanguardista se gestó y desarrolló en la ciudad parisina durante la primera y segunda década del siglo XX, dando como resultado uno de los «ismos» más transgresores.
El cubismo rompe con las leyes de la perspectiva ya que las composiciones se resuelven por medio de la sucesión de diversos puntos de vista. Este hecho en particular es visible en la presente obra: los distintos planos son apreciables en el rostro del artista malagueño, retratado cuando tenía treinta y un años. Pese a la modernidad que presenta este óleo, también muestra elementos propios del arraigo a la tradición: el pintor está representado con su herramienta de trabajo, paleta en mano.
De esta manera, la tradición se fue diluyendo en pro de la modernidad, un singular fenómeno artístico y estético caracterizado por la experimentación, favoreciendo la legitimación en el arte.
Cubismo no es forma, sino una estética e incluso un estado de ánimo, por lo que es inevitable que esté conectado con cada manifestación del pensamiento contemporáneo.
Juan Gris.